La preocupación social ante la realidad de la violencia en el entorno escolar se ha incrementado de forma significativa en los últimos tiempos. La ONG Save The Children hizo recientemente públicos los datos de una encuesta realizada a más de 21.000 estudiantes de entre 12 y 16 años en la que un 9,3% de ellos declaraba haber sentido acoso escolar en los dos últimos meses.
Más allá de los riesgos físicos sufridos por niños y niñas, esta lacra social tiene consecuencias psicológicas y emocionales muy graves como la depresión, el abandono escolar, el absentismo por miedo a acudir a la escuela y, lo que es peor, pueden acarrear ideas suicidas e incluso llegar al suicidio consumado.
Según datos recientes del Instituto Nacional de Estadística (INE), en la franja de población adolescente de15 a19 de años la principal causa de muerte externa (no por enfermedad natural) es ya el suicidio, siendo el origen principal de esta conducta la presencia de depresión.
Dentro de los múltiples factores que pueden derivar en una depresión, los datos están poniendo cada vez más de relieve el papel que las experiencias de acoso (bullying) y de ciberacoso (cyberbullying) pueden tener.
El Dr. Javier Goti, psiquiatra especialista en salud mental infanto-juvenil de Avances Médicos (AMSA) de Grupo IMQ, pone el foco en la prevención y en el abordaje de las consecuencias que tiene para la salud mental de quienes ejercen y reciben este tipo de violencia.
Un 9,3% de los 21.000 estudiantes encuestados, declaraba haber sentido acoso escolar en los dos últimos meses.
TRATAR LAS CONSECUENCIAS
El Dr. Goti subraya que en los casos de acoso la relación entre depresión y violencia se puede encontrar tanto en la víctima como el agresor. “La presencia de síntomas de depresión es una variable muy relevante en el acoso, entendiéndolo como violencia reiterada. La baja autoestima, las dificultades a la hora de relacionarse y en las habilidades sociales pueden presentarse tanto en la víctima como en el agresor, siendo en el caso de este último a menudo el germen de la violencia en forma de una vía de autoafirmación. Por tanto, hay que entender que no solo la víctima es susceptible de recibir tratamiento, sino también el agresor”.
“A las consultas nos llega el problema cuando ya ha surgido o ha pasado a un segundo plano. Tratamos las consecuencias psíquicas del acoso, como son los cuadros depresivos o de ansiedad, sobre todo a través de la psicoterapia, que es la piedra angular del abordaje”, subraya el especialista. “A través de sesiones de trabajo individuales y grupales empleamos el lenguaje y la comunicación para profundizar en el problema y ayudar a desarrollar herramientas para superar ese malestar”, detalla el experto de IMQ.
Así, destaca la importancia de los tratamientos porque “los cuadros de ansiedad, de depresión, y de estrés post traumático pueden derivar en la víctima en cambios sostenidos en la personalidad, en su forma de estar, la autoestima, etc., que incluso pueden llegar a convertirle en verdugo.
Asimismo, víctimas y agresores están en riesgo de padecer problemas de autocontrol, violencia y presentar otras conductas de riesgo como el consumo de sustancias, la delincuencia y la vinculación a grupos y espacios marginales”.